El sol y el agua jugaban en tu piel,
el silencio se ocultó en tu pelo y el agua apenas sin rozar tu vestido se
quebraba a tus pies en mil figuras, una cascada rosa y gris bajaba desde el
cielo a tus ojos hechos de recuerdos y esperanzas. Una lluvia sin agua
murmuraba tu nombre entre risas lejanas. Apenas rozabas la tierra parda.
La cruz negra de un barco se recortó en el horizonte por un momento. Tus pensamientos se marcharon al galope persiguiendo el silencio que huía de tu frente. Tus ojos no miraban sino lentas figuras cubiertas de algas. La risa se escapó de tu garganta como de una cárcel y libre por fin giraba loca, dulce, hiriente a veces, desaparecía a retazos para volver a surgir en tus propios oídos con más fuerza. Apenas rozabas la tierra parda.
Y tus ojos se empañaron de un vaho
dulce, y tu frente se alzó limpia hacia tu casa, tus manos nerviosas
acariciaron el sol, y apenas, sí, apenas rozabas la tierra parda.
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