domingo, 10 de agosto de 2014

Derrotismo o supervivencia




Me pregunto en un interrogante ciego sin respuesta, el porqué de la distancia abisal entre generaciones. Hace tiempo, unos cuantos años, leí una proclama de Sócrates.

Ahondando en el tema, supe que no era la única:

1) “Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos”.

La primera la dijo Sócrates (470- 399 a.C.)

2) “Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible”.

La segunda es de Hesíodo ( 720 a .C.)

3) “Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos”

La tercera la dijo un sacerdote del año (2.000 a.C.)

4) ”Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son   malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura”

La última estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (Actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia.

Esto me lleva a la reflexión, de que a pesar de todos nuestros esfuerzos por creernos únicos e irrepetibles, somos granos de arena en el desierto, tan comunes unos a otros, tan previsibles en nuestros actos que es fácil sustituirnos.

Durante milenios, los jóvenes, orgullosos, desafían los convencionalismos de la época en una clara confrontación con sus mayores y con el mundo que les ha tocado vivir. Durante esos mismos milenios, los mayores los desprecian, descalifican y tachan de inútiles, sin percatarse de que la historia se repite desde que el hombre es hombre.

Se suceden generaciones que reiteran esquemas, ignorantes de la similitud con las anteriores. El mundo avanza, para mi es incuestionable y avanza para bien.

Hora es ya de darnos cuenta de que formamos parte de un todo al cual contribuimos con la simple existencia. Puede parecernos poco.

El ser humano necesita sentir que aporta logros extraordinarios, necesita tener sentido de individualidad, de trascendencia. Es incapaz de asumir que somos eslabones de una cadena, que la Vida tiene sus propias leyes y sus propias fuerzas, de las cuales, estamos excluidos en la forma y manera que nosotros pretendemos. Somos útiles, ¡claro! ¡evidente! Tan útiles como cualquier elemento que forme parte de este Planeta, tan importantes como cualquier organismo que contribuya a la supervivencia.

Ése es nuestro cometido, Queramos o no formamos parte de la cadena evolutiva. El triunfo no es de los jóvenes o de los viejos, de una u otra generación, la que triunfa de pleno es la Vida, que echa mano de todos los elementos a su alcance para perpetuarse allá dónde y cómo pueda.

Dejemos pues las luchas generacionales, fratricidas, absurdas, sordas. Nuestra existencia tiene el único y extraordinario valor, de acrecentar en nuestra nimiedad el ingente caudal de seres vivos que pueblan La Tierra y contribuir al desarrollo y pervivencia de la Vida.

 Nada más y nada menos.


 

4 comentarios:

  1. Interesante y sabia reflexión con conclusión final a la que personalmente me uno

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  2. Qué buena reflexión, Maica, me encanta poder venir a leer e irme con algo más en mi mente.
    Un fuerte abrazo.
    HD

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  3. Un placer Humberto. Es fantástico compartir y despertar emociones e inquietudes. Gracias por tu visita.
    Un abrazo

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