miércoles, 1 de noviembre de 2017

S.O.S.



Cómo definir la inmensa tristeza que me invade cuando veo a un ser desubicado buscando de mil maneras llamar la atención del objeto de sus deseos. Esas patéticas figuras que se retuercen en gestos difíciles de concebir si no fuera por el ardiente anhelo de alcanzar su objetivo a toda costa. Puede ser un pequeño príncipe o princesa destronados por la llegada de un hermano el que haga cabriolas para captar la atención en una imposible búsqueda del retorno al tiempo perdido, o el anciano, que no acepta su condición y busca de mil maneras, con afeites, cirugías o cualquier medio a su alcance retomar la inalcanzable senda de la juventud. El espectro es muy amplio.

La búsqueda de la vitalidad succionada en vena de la fuente inalcanzable de su joven pareja. Las muecas grotescas que esgrimen, payasos del desconsuelo, en una torpe defensa del lugar arrebatado por el más pequeño. El recelo enmascarado en el gesto torvo y el ademán esquivo que emplean los más débiles atrincherados en sus defensas. Enfermos, que en una actitud de desafío chillan buscando pelea para desahogar su rabia en los que tienen más cerca. Camuflados, que ocultan su verdadera entidad tras tachuelas, piercings, tatuajes, cortes estrambóticos de pelo y ropas afines, buscando fusionarse en la "no identidad" dentro de una corriente colectiva que les ampare.

El hombre, igual que los animales, cuando se siente inseguro, cuando tiene miedo por causas físicas o anímicas exhibe su lado canalla, el menos atrayente, el que visto desde fuera espanta o repele, el que asusta al potencial enemigo. Desarrolla sus defensas para que nadie perciba su debilidad, su incapacidad, su desasosiego.

De ahí que las personas fuertes, seguras de sí mismas, que no tienen que demostrar nada a nadie, pasean a cara descubierta, sin ningún tipo de camuflaje, abiertos a la vida y a las nuevas experiencias. No se enmascaran en falsas argucias ni desarrollan baterías de triquiñuelas.

Por eso mi tristeza cuando descubro, tras el chillido, el improperio, el disfraz, la payasada, la broma fuera de lugar, el excesivo aderezo en un rostro o el forzado encaje en un grupo, a esos seres tiernos que claman a voces su fragilidad, su temor, lanzando al mundo, que muchas veces no entiende, su petición de auxilio en un cifrado SOS. 



1 comentario:

  1. Excelente análisis de un proceso humano desde el punto de vista de una apasionada y vital autora. Te felicito.

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