domingo, 27 de mayo de 2018

Canto al ahora




Envejecen cuando se rompen los sueños, cuando se quiebran las esperanzas, cuando se pierden las ilusiones, cuando se anclan en lo vivido olvidando el presente.

Renuncian a todo lo que suene a nuevo, obvian lo que no entienden sin hacer el más mínimo esfuerzo por comprender, por subirse al carro de la actualidad y ponderan, sin filtros, lo ya pasado quitando valor a lo que acontece.

Es el principio de la muerte neuronal, el avance de la decrepitud, la cobarde inclinación sin motivo, salvo la comodidad, a la rendición incondicional que abate aspiraciones y esperanzas, vértigos y posibilidades de interactuar con las generaciones que abren caminos al mañana.

Triste ejercito de sombras que en breve serán espectros de un pretérito inexistente, no saben apreciar la magia que se desarrolla a su alrededor con las desconocidas tecnologías y las insólitas vivencias, se dejan caer por la pendiente advenediza de los sin presente hundidos en el pantano turbio de la añoranza.

Incapaces de asumir las tendencias actuales, de compartir con la juventud sus intereses, sus entretenimientos, su realidad, sus fantasías, sus proyectos, aducen que son mucho peor que lo que ellos vivieron.

Inconscientes absolutos de que para cada uno de los seres humanos las primeras experiencias son únicas y diferentes, no importa la realidad social ni las condiciones personales o familiares, la abundancia o la escasez. El primer amor siempre dejará un rastro imborrable, el despertar de las emociones impulsadas por el bullir de las hormonas enladrillarán los derroteros de la vida, el primer juego compartido sin importar si es en la mesa sobre un tablero o frente a la pantalla del televisor pulsando los joysticks en una competición vibrante, despertará sus risas y forjará lazos indivisibles.

“Cualquiera tiempo pasado fue mejor” palabras nulas del poeta que magnifica las etapas vividas que por la distancia pierden sus aristas. Todo lo demás es complacencia en uno mismo, quedarse en la zona cómoda, señal de senectud y sometimiento.

Hay que luchar cada día por mantener enarbolada la bandera de la vida acorde al devenir de los tiempos, por seguir siendo parte de la rueda que gira, enganchados al estribo, rompiendo los desánimos que avientan en la oreja malas nuevas y acudir cada mañana al mercado del mundo, con la cesta llena, entregar y recibir con generosidad, abrir la puerta del alma y del entendimiento para, mientras que estemos aquí, poder bailar al ritmo de todas las cadencias.

Afortunados pasajeros de este tren, dejaos sorprender con cada buena noticia, responded a cada reto, abrid los ojos ante lo insólito, lo original, lo desconocido. El futuro se nos brinda a diario a través de las miradas frescas de los dueños del ahora. Olvidad los reproches y las huidas absurdas basadas en la envidia y el desconocimiento, aprovechad el impulso que encadenan las ganas de vivir, y dejaos llevar.

Indudablemente, el poder está en ellos. Nos os durmáis en los laureles del olvido y alertad vuestros sentidos. Todavía formáis parte del proceso.