lunes, 8 de mayo de 2017

Disfrutar de la vida


Saber disfrutar de la vida. Algo que no va unido al dinero, al poder, a las posesiones ni a las actividades que realicemos cada día, quizás sí esté ligado a con quién. A veces ni siquiera a eso.

Es cierto que hay un aporte extraordinario cuando somos cómplices en la realización de las más pequeñas o grandes acciones. Cómplices en la elaboración, cómplices en la consecución, cómplices en los objetivos y en los deseos, cómplices en la picardía, en la chispa.

Algo se quiebra en el instante que los caminos se bifurcan en meandros de querencias. Son los pequeños gestos los que hacen que los aconteceres cotidianos se conviertan en mágicos, que un suceso extraordinario lo sea aún más aderezado con un guiño. Salir de la rutina, adornar el hecho con la puntilla de la ilusión.

Cuando a la diversión de cualquier índole se le aplica la inflexibilidad horaria como si de un mero trabajo se tratara, muere. No hay emoción en la ejecución medida escrupulosamente. En la frialdad de datos que se acumulan con el único propósito de alcanzar el objetivo, desprovisto de exaltación, de quimeras, de alegría.

El desarrollo cuadriculado, un concepto que empapa cada una de nuestras ocupaciones despojándolas de su parte festiva, de los rituales bulliciosos que condimentan la existencia.

Todo se tiñe de un tono grisáceo en la rutina ejecutada al milímetro que no deja margen a la improvisación, al juego, al regocijo.

Echo de menos la complicidad que nos hacía llevar la misma ropa como una seña de identidad que esbozaba la aventura compartida.

Ahora impera la faceta rígida que impide que nos saltemos las costumbres a la torera para hacer algo diferente, sin margen para la espontaneidad. Se imponen en cambio los menús repetidos, los pasos contados, el camino invariable, la estructurada estructura que frena movimientos. Todo tiene que estar planificado, medido, contado.

Control, ese es el resumen. Controlar el proceso sin margen para el esparcimiento, la naturalidad, la imaginación, el júbilo. Un calculado ejercicio ejecutado dentro del ejército de la mediocridad. 

Saber disfrutar. Algo que no va unido al dinero, al poder, a las posesiones ni a la actividad que desarrollemos cada día. El disfrute es una semilla que germina en el corazón y florece sin causa definida, salvo, la decisión propia de hacer disfrutable cada momento de la vida.

De ahí mi indestructible determinación. En cualquier circunstancia. En las situaciones más difíciles. Bajo el fuego de la presión. En las encrucijadas más borrascosas. En los llanos y en las montañas. En los terremotos y en las bonanzas. En las tormentas y en las calmas que pulsen mi existencia. En todas ellas, decido ser feliz.

La búsqueda de la felicidad, vocación innegable del ser humano desde la cuna a la tumba. Yo la reivindico a puro grito, la hago mía con machacona insistencia, con decidido propósito.

Porque la felicidad está dentro de cada uno de nosotros, yo, libre y consciente, escojo ser feliz.



sábado, 18 de marzo de 2017

Un cuento de antaño

   
            


           - Doña Rosa, no se puede usted imaginar lo que me ha contado Don Francisco, el del 4º exterior.

          - Pues no Casilda, si no me da usted una pista, no tengo la más mínima idea de lo que le ha dicho el tal señor que no tengo el gusto de conocer.

         - Pero ¿cómo me dice usted que no le conoce? Es el ingeniero, el que vive solo porque la mujer le abandonó un buen o mal día. Vaya usted a saber si es bueno o malo. El caso es que ella se fue llevándose al único hijo y no la hemos vuelto a ver más. Él desde entonces vive a su aire, que yo por las noches o de amanecida veo entrar y salir cada pelandusca de su casa… que ya ya. Y es que tan señor que parece, con su buena educación de sombrero todos los días. Quién lo iba a pensar, pero así es, hágame usted caso.

         - Casilda por Dios, quieres usted parar de decirme cosas de Paquito, que ya sé quién es, si le conozco de toda la vida y dígame de una vez qué es lo que le ha contado.

          - Ni más ni menos me ha dicho que estando el otro día en el extranjero, si le conoce usted como dice ya sabrá que es un señor muy viajado y leído.

            - Sí, lo sé. Siga usted de una vez, que nos van a dar las uvas y yo tengo que hacer unos recados urgentes.

           - Pues eso, que estando en el extranjero en uno de esos países de Europa, vio que había gente tirada en el suelo y que los demás pasaban a su lado sin mirar, bueno, mirando lo justo para evitar tropezar con ellos. Y que nadie hacía nada por auxiliarles.

           - ¿Qué me dice usted? Eso es imposible de creer. ¿Cómo va a estar un ser humano tirado en el suelo y nadie le va a ayudar a levantarse si se ha caído, o preguntarle si necesita algo, o llamar a un médico? Eso es una invención, yo no me lo creo.

      - ¿Usted se figura salir a pasear por nuestro barrio y ver una criatura en esas condiciones y que no hubiera un alma caritativa que le preguntara qué le pasa?

      - Tiene usted muchísima razón, que el otro día mismo vi a Manuel, el sereno, tratando de recoger al borracho que todas las noches se tumba en el portal para llevarle a la Casa de Socorro, por lo visto se había hecho una brecha en la cabeza y como él solo no podía, llamó a un par de inquilinos que llegaban del trabajo, y allí se fueron los tres. Que hasta que no le dejaron en lugar seguro, no pararon.

         - ¡Quiá! Eso son cosas del extranjero, Doña Rosa, aquí en nuestra España eso no va a pasar nunca. Anda que no somos nosotros gente de buena ley, Mire usted, mucho dinero no tendremos, pero a generosos no nos gana nadie y si hay que repartir la olla y sacarle otro plato, se saca y todos tan contentos.

       - Es verdad ¡Qué suerte tenemos de no haber nacido en el extranjero! ¡Ay, Dios mío! está dando la media en la iglesia y yo todavía de palique. Me voy que tengo que preparar la cena. Y no se lo repito, si le apetece acompañarnos… donde comen tres, comen cuatro.

       - Muchas gracias, que sé que es de corazón, pero esta noche tengo a mi Antonio que viene a hacerme un ratito de compañía, ya le dije que se van turnando cada día para no dejarme sola. Estaban empeñados en que me fuera a vivir con uno de ellos, pero ya lo dice el refrán: El casado casa quiere y yo así estoy requetebién que bastantes años he tenido que hacer lo que otros me mandaban que El buey suelto bien se lame como decía mi madre, y que razón tenía...

      - La dejo que no puedo entretenerme ni un minuto más. Lo dicho, mañana nos vemos

    - Hasta mañana pues, Doña Rosa y… ¿sabe lo que le digo? que a mí lo que le ha contado Paquito, me parece que son cuentos.

          

 

jueves, 9 de febrero de 2017

Espectadores de vidas



Mira el ring desde fuera del cuadrilátero. Nada puede hacer salvo pedir en sus adentros que los golpes dejen de castigar a los púgiles enfrentados en cruento combate.

Es imposible acceder al cuadrado enmarcado por la luz donde resalta la dureza del ataque, la indefensión del más débil, las escasas armas que posee.

Su mayor valor es el coraje, la voluntad, el esfuerzo diario y mantenido, la seguridad en el triunfo.

Nada se puede hacer para ayudarles salvo permanecer en pie aguantando la sonrisa como bastón de apoyo en su contienda.

Él ya pasó por esa situación y aún conserva el regusto de sangre goteando de la nariz a la boca, el infinito cansancio, el aturdimiento.

Aún hoy y a pesar de sus años tiene que descender al infierno, calzarse los guantes, ajustarse el protector entre los dientes y saltar a la lucha que no da cuartel ni tregua.

La mayor parte del tiempo persiste, espectador lastrado, aguardando que rematen su faena, que puedan con el enemigo feroz que patea su cabeza y salgan incólumes de la lucha.

Aprieta los puños, hinca los talones, y ruega. No le queda otra que mantenerse a la espera.

 

lunes, 9 de enero de 2017

Graduación


Foto del Telescopio Espacial Hubble del cielo ultra profundo (2014)


No sabe la respuesta, tiene la certeza de lo aprendido en los años que lleva en el planeta Tierra.

Hay tantas teorías sobre para qué estamos aquí, sobre qué objetivo tiene la vida, acerca del porqué de la existencia...

Muchas religiones aseguran un paraíso después de un comportamiento acorde con sus reglas. Otras una estancia mejor o peor, según nuestras acciones, en el siguiente periplo terrenal. Los más descreídos inciden en que no existe nada, salvo perpetuar la especie, siendo portadores a través de la propia supervivencia del gen que hará posible que pervivan los superiores. En algunas, lo abstracto de sus creencias se pierde en vaguedades o teoremas.

Lo que Pascual sabe a ciencia cierta, experimentado en su piel, en sus neuronas, en sus vivencias, es que es mucho más sabio que cuando saltó a la vida hecho un paquete de carne rosada, ojos y llanto a partes iguales.

Sabe qué, desde los incipientes pasos vacilantes, los torpes balbuceos, la incertidumbre ante cualquier acontecimiento, la inocencia expuesta en exceso, el desconocimiento, el rechazo, el atrevimiento, la desconfianza, la osadía, la ignorancia y el miedo que formaron parte de él durante los años de infancia, pubertad y adolescencia, ha llegado a la madurez consciente de que cada día ejecuta una nueva tarea de aprendizaje. Para ello, no tiene que esforzarse, las cosas suceden a su alrededor y él reacciona como mejor sabe, puede o entiende.

Es una cuestión de adaptación al medio, unido a los impulsos irracionales que ponen en marcha la cinta grabadora de situaciones y experiencias que reproducen circunstancias similares y la reacción que tuvo ante ellas.

No necesita tener un fin concreto ni una meta, para él es más que suficiente con disfrutar el día a día con las herramientas que le han proporcionado los años. Disfruta resolviendo situaciones que antes le habría resultado imposible superar, o si lo hubiera hecho habría sido a costa de un gran desgaste, de inmensos sufrimientos.

El crecimiento emocional junto con las situaciones vividas, buenas, malas, regulares, espantosas o sublimes, todas ellas extraordinarias, le han hecho crecer como ser humano. Al fin se ha licenciado en la escuela de la vida y ahora disfruta a pleno placer desarrollando su oficio.

Lo mejor es que no le importa el por qué ni el cuándo, el cómo ni el dónde. Percibe el hecho de estar vivo sin preocuparle la seguridad de saber que algún día dejará de estarlo.

Quizás exista un motivo, o no, para explicar el tránsito de las vidas por la tierra. Puede que todo tenga una razón, o no. Es posible que seamos el resultado de la casualidad-causalidad en este Universo formado por más de cien mil millones de galaxias, o el producto de una mente prodigiosa.

A Pascual le da exactamente igual. Nació, vivió, se reprodujo y un día morirá como todos los seres vivos. No tiene mayor importancia.

En el entretanto, cada hora, minuto y segundo, se regocija por su evolución y goza con el grado de aprendizaje. Maestro de nadie, ejecuta para sí las múltiples acrobacias emocionales, piruetas del alma-entendimiento-corazón-cerebro, que le permiten sobrevolar los espacios dando saltos mortales en la intensidad de los días.



jueves, 8 de diciembre de 2016

Censura


Se giró de improviso alertada por el cosquilleo en la nuca, el hombre de piel cetrina y mirada sucia clavó los ojos sobre ella con un sentido de la propiedad sorprendente. El breve contacto duró el tiempo que ella tardó en darse la vuelta girando sobre sí misma para cambiar de postura.

El sol acarició su espalda. Colocó de nuevo el sombrero de manera que la sombra cayera sobre el rostro y cerró los ojos con aire displicente.

El gesto bastó para indicar al desconocido que pasara de largo.

-No está hecha la miel para la boca del burro –pensó.

Ese día en la piscina no había nadie más en topless. Por desgracia era la única que disfrutaba del juego de los rayos del sol sobre el pecho despojado de cintas y colgajos que estorbaran el aire que acariciaba su torso desnudo.

La mayoría de los días la acompañaban en su pequeña aventura libertaria media docena de mujeres, bragadas en las lides de sortear torvas miradas lascivas y condenatorias de hombres y mujeres a la par.

Normalmente solían ser mujeres mayores de cuerpos ajados las que disfrutaban de lo que tanto les había costado conseguir.

España es uno de los pocos países donde se permite el topless, derecho que Amelia había estado esperando durante muchos años.

Cuando llegó como una ola de modernidad estaba convencida que sería una costumbre que seguirían las mujeres en masa.

Cansada como estaba de ver torsos de hombres que se podrían confundir, por sus redondeces en pecho y abdomen, con el de una mujer en estado de gravidez.

Hastiada de padecer la humedad del bañador pegado a la piel obstaculizando el calorcito del sol y la soltura de movimientos en el agua, por no decir del nudo y los tirantes que atenazaban la nuca y los hombros con una presión insufrible a veces. Pensó que sería un movimiento natural quitarlo, como el que había acortado las faldas o eliminado cancanes y refajos.

Su sorpresa fue mayúscula al ver que sólo unas pocas valientes comenzaron a salpicar las playas mostrando el pecho desnudo. Las otras se dedicaron a murmurar por lo alto o por lo bajo criticando la poca vergüenza de las practicantes.

Ahora al cabo de más de treinta años, nada ha cambiado. Sigue estando en minoría como en tantos otros campos de la vida.

Sin prestarle más atención al asunto vuelve a girar el cuerpo hacia el sol temprano de la mañana, coge el libro y reanuda la lectura.

Su victoria es seguir siendo fiel a sí misma sin importarle la opinión de los demás en ningún terreno de la vida. Campa a sus anchas por el mundo que ha construido a imagen y semejanza de sus necesidades vitales.

Libre, en sus deseos y designios, en sus obligaciones y retos, en sus placeres y caminos. Libre para asumir riesgos, para superar obstáculos, para afrontar la vida con sus armas y a su buen entender.

Consecuente y lúdica contempla el mundo desde su atalaya resplandeciente, crisálida de luz que abre sus alas al comienzo de la mañana.

 



martes, 8 de noviembre de 2016

Desterrar el miedo


La vida germina entre escombros, entre basuras, en la tierra que se pensaba estéril asolada por la lava, en las rocas.

Tomo ejemplo e irradio voluntad de permanencia en un mundo que multiplica las malas noticias y retumba en eco haciendo difícil el día a día, removiendo su porquería en un alarde constante y machacón que las bocas de los no pensantes repiten incansables.

Da lo mismo el mensaje, la consigna prende en sus maleables cerebros que se queda enganchada como la aguja en el surco rayado de un LP.  Renuentes a ser fértil semilla que dé vida a su entorno. No hay cambios radicales en situaciones críticas. Sí es posible el cambio humilde y discreto de las aportaciones personales al entorno.

Discrepo con todos los tremendistas correiveidiles de las malas noticias, voceros de las desgracias del mundo.

No por ignorancia ni por comodidad. Es sabiduría. La sabiduría que prestan los años a la salvaje explosión del comienzo que trastoca los sentidos y obliga, y enardece.

Quizás a destiempo, quizás sin motivo o con él. Desde la inexperiencia no sabemos administrar las fuerzas, preparar la estrategia, dirigir el ataque. Nos consume la llama de la juventud atropelladora de todo lo que no sea su fuerza vital desbordada en energía.

Falta la reflexión, la tranquilidad que se acumula a lo largo del camino, que atempera las ganas y busca vías reales como alternativas a la utopía.

Propugno, por tanto, desterrar al miedo en ostensible rebeldía con todo aquello que siembra la cobardía.

Exalto a tomar las armas a nuestro alcance y apuntalar la existencia, sin dejarnos abatir por las malas noticias.

 

viernes, 7 de octubre de 2016

Visita




Has venido a visitarme dejando un perfume de rosas blancas envuelto con la sonrisa serena y el suave tacto de tus manos.

Has llegado en la madrugada aportando tu mundo de luz al espacio oscuro donde a veces se esconde mi alma.

Tu voz, cascabel de plata, me ha hablado de realidades diáfanas en mundos libres y enteros donde florece en plenitud la vida.

He sabido a través de ti que somos una proyección que habita espacios irreales en mundos paralelos que interactúan a través de los sueños. Punto de fuga.

He almacenado tu fuerza, energía pura en movimiento que calma y enardece, que cura y alienta. Saltando, amparada en tus brazos, corpúsculos de miedo.

Has llegado hasta mí para festejar tu cumpleaños remontando barreras inexistentes, la muerte, la materia, el olvido.

Hoy habrías cumplido noventa y siete años en esta proyección de mundo que imaginamos.

Hoy has sacado de paseo a mi alma atormentada despertando la conciencia dormida que late en su interior y que bulle, alborotada, en esta mañana feliz, henchida de ti.


  

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Los ocupantes de espacios



En verano se pueblan las calles con seres distintos al resto del año. Ocupan aceras, comercios, plazas y avenidas, rincones y bancos, a buen recaudo del sol agosteño.

Hacia tiendas y bares, ambientes vedados cuando los habitan los presurosos, fluye la marea de los desposeídos de años, de futuro, de salud, de perspectivas, de sueños.

Despejada la ciudad de los que encarnan el presente, queda libre para los que acuñan carencias en fotogramas amarillos de cartón piedra.

Se atreven, en ausencia de los veloces que atraviesan el espacio con la premura de lo mucho por hacer, a lanzar su paso vacilante en la pasarela diáfana, durante las horas tempranas, antes de que apriete el calor. Cual ejército desarbolado trastabillan unidos al mástil del largo bastón, a derecha e izquierda, buscando el ansiado equilibrio.

Los debutantes en el mundo de las sombras, osan palpar caminos, abriendo sendas a la oscuridad del mañana.

Ante el vacío de los coches emigrados a las playas con padres, niños, maletas y perros en busca del alborotado sosiego, otro parque móvil se asienta con seguridad. Los usuarios de sillas de ruedas compiten en modelo, maestría y ligereza por las pistas desocupadas. Dueños absolutos del lugar se trasladan en infinidad de artilugios recién estrenados.

Los snowboards ceden el espacio diario de brincos y piruetas que han cambiado por el salto marino sobre las olas a los trémulos debutantes octogenarios.

Contempladores de prisas desde sus ventanas de invierno, hombres y mujeres en ráfagas de impaciencia desplegando la excitación que les produce alcanzar la meta diaria en la caótica ciudad de las distancias. Ahora pueden, sin miedo al sobresalto que les provoca la vorágine rayana en la locura de la celeridad urbana, salir a la palestra.

Convergen en la danza asincrónica que les mueve, pieles de cera, miradas despiertas, en este agosto madrileño que aviva, con la anchura del espacio y la inexistencia de urgencias, las ganas de vivir como seres completos.

Atrás quedan los fríos, las lluvias, las vías abarrotadas, dónde, por no encontrar, no encuentran espacio para desplazarse, ni paciencia por parte de las jaurías que deambulan prisioneros del furor, esclavos de sus contiendas.

Es magnífico observarlos desarrollar sus capacidades en libertad, sin que nadie enturbie las aguas por las que navegan, dueños de los paseos y las horas, en el frescor temprano del día, cuando la vida comienza.



lunes, 1 de agosto de 2016

SE VENDE





Vendo al mejor postor duelos y quebrantos, despedidas, sueños rotos, desidias, amarguras, frustración, olvido, lágrimas, infiernos en vida, guerras, genocidios, odio a lo diferente, escuelas de rencores, ladrones de sueños, pequeñas actitudes egoístas, grandes gestos de exterminio, voluntades torcidas, malas entrañas, destrucción y muerte sin medida.

Compro alas para volar, voluntad, esfuerzo, trabajo constructivo, amor, solidaridad, paciencia, tolerancia, pasión por la vida, entrega a los demás, sonrisas, buenas ideas, abrazos, calidad de vida, corazones de niños, ingenuidad, valor, escudos de sueños, espíritus generosos, calidez, proximidad, estallidos de risa, paz.

Los mercaderes del miedo son ávidos compradores. Su stock, si conseguimos que les supere, se arrinconará en oscuros almacenes enterrados en grandes cajas cerradas con barras de acero, lacrados por la inutilidad de su oferta al mercado de valores de la vida.

Mi mercancía en cambio, sin políticos mercachifles que lastren su tenencia, circulará en libre comercio extendida por pueblos y ciudades, maná generoso cubriendo la faz de la tierra. La buena gente, mayoría en todos los rincones del orbe enarbolará su bandera irisada y el mundo será tal y como yo lo imagino.

En trueque, si no es posible la venta, ofrezco dos por uno.



miércoles, 22 de junio de 2016

El ajuar




Germán se para en el comedor y gira mirando en torno a él asombrado por todo lo que posee. Ha trabajado duro. Cierto es que nadie le ha regalado nada. Pero realmente le sorprende tener tantas cosas.

Su ajuar comenzó con dos cubiertos. Dos cucharas, dos tenedores y dos cuchillos. Ése fue el principio. Nunca había poseído nada suyo a excepción de sus objetos personales. Su ropa, el plumier, libros de estudio, cuadernos, algún que otro juguete. Por no tener ni siquiera tuvo cuarto propio. Ser el menor acarreaba esas diferencias. También tenía sus ventajas. Aunque no fueran suyos, disfrutaba de los comics, tebeos y música que había en abundancia, junto a una buena y diversa biblioteca. Tan diversa como los gustos de cada uno de los habitantes de la casa.

Con sus primeros sueldos, ganados a temprana edad, adquirió sus propios libros pagados a plazos. Por Reyes le regalaron un diario en el cual comenzó a anotar sus grandes y pequeñas aventuras.

Cuando Elena y él decidieron vivir juntos vino el problema. Montar una casa con todo lo que eso conlleva no era fácil. Con ayuda de los padres se aprovisionaron de ropas, manteles, sabanas, toallas y muebles. Algunos comprados, los más cedidos por familiares simpatizantes con su causa.

De esta manera armaron su humilde hogar. Incluso con algún electrodoméstico tan imprescindible como la nevera.

La tele de 12 pulgadas les llegó, pasados unos meses, de manos de una tía que la tenía arrinconada en el cuarto de estar.

Más tarde todo siguió la evolución lógica, sus posesiones aumentaron con el paso de los años. Con la llegada de los hijos el hogar creció y con él sus pertenencias.

Les fueron invadiendo los libros que se contaban por cientos, se multiplicaron los discos y casetes, necesitaron aumentar las vajillas, fuentes, vasos, cacerolas, cuberterías, camas, lámparas, sillones, sillas y mesas poblaron la nueva casa acorde a sus nuevas necesidades.

¡Cuántas cosas ocupando el espacio! ¡Qué derroche de innecesarios cachivaches, adornos, cuadros...! Enseres y más enseres rellenaron suelos y tabiques

Al fin se completó la casa para desarrollar una vida feliz. O eso pensaba.

Fue entonces cuando comenzó el desdoblamiento, la huida, el embargo, la muerte, la escapada. El ritmo natural de la vida impuso su hacer.

Parte de las cosas se fueron con cada uno de ellos. Cada quién se llevó lo que pensaba que era suyo desgajando las ramas del tronco. Recogieron sus frutos para llenar los huecos de otros lugares, para cubrir otras paredes.

La historia se repetía. Los hijos comenzaban otra vida en otros emplazamientos.

En la actualidad se encuentra, danzante de silencios, con tantas cosas que no precisa…

Es tan poco lo que necesita para vivir… ¿Por qué la madriguera, la caverna, la cueva, se han transformado en un laberinto de cuartos y pasillos llenos de objetos?

En realidad todo sobra y todo falta. Lo esencial se pierde en el bosque del tengo.

¿Qué apoyo pretendemos extraer de las cosas materiales que nos rodean? -Se preguntaba- Con los años es más innecesaria su presencia.

De niño jugaba a los tenderos y ahora desocupado de obligaciones profesionales sigue jugando “Me pone ciento cincuenta gramos de…. Un cuarto de… Sí con eso es más que suficiente. Para mí solo me basta y sobra”- Y lo que eran ladrillos machacados para simular pimentón, hojas que hacían las veces de filetes o pescado, y guijarros por monedas, revolotean por su imaginación mientras espera pacientemente a ser atendido.

Tiene la sensación de seguir jugando en esta ensoñación volátil de las horas muertas. La percepción de que nada es suyo, ni tan siquiera el cuerpo que pasea su espíritu. Ni el presente, ni el mañana, ni el ayer, ni el ahora. Imágenes de un daguerrotipo que proyecta sobre la pared vidas ajenas.

La partida continúa. Ruedan los dados. Caen los peones y el jaque mate llega. Entonces sobra todo, incluso, el cuerpo que le contiene.

Germán lo sabe. De ahí el rechazo a la acumulación sin sentido, a la posesión sin alma de objetos muertos. De ahí su desconcierto.

Entre todos ellos, busca y coge la guitarra, la pulsa entre sus dedos y canta una canción. La música le envuelve y deja de pensar.



sábado, 14 de mayo de 2016

La obra de enfrente



Me despierta el trepidar salvaje en pleno sueño. La realidad rompe en golpe de máquina y zumbidos destemplados la quietud reinante hace unas horas.

Frente a mi ventana, excavadoras, topadoras, zanjadoras, hormigón, cemento y polvo de ladrillo cayendo en improvisados copos rojos.

Los obreros semejan astronautas recién llegados del Espacio, cascos, guantes y trajes que les protegen del frío invernal que agosta el aliento.

Desde hace meses, veo construir día a día lo que será, en un mañana incierto, abrigo de personas, refugio de almas. Comedores, cocinas y estancias donde la vida desenrollará su cinta elástica de aconteceres.

Me fascina contemplar la evolución de las obras. Debe ser contagioso, porque más de un curioso espectador se aposenta cerca de la valla y otea, durante un tiempo indeterminado, las maniobras que ejecutan hombres y maquinas.

El espectáculo estruendoso se ha convertido en mi reflexión diaria. Una y otra vez sucumbo ante la idea. Con qué facilidad se destruye y cuan ardua es la tarea de edificar. Da igual a qué plano de la vida extienda mi reflexión.

En el plano racional, irracional, humano, mecánico. Cuántos lustros tarda un árbol en extender su copa al viento, gigante del bosque. Bastan unos minutos para que la sierra sesgue su hermoso tronco, hermano de mil lunas.

Cuántos años de esfuerzo, entrega, cuidados, para forjar un ser humano. Una fortuna de abrazos y sueños se dilapida por un disparo certero o el filo de una navaja.

Años alimentando al toro, libre en las dehesas, señor de vacas y praderas y un estoque en la plaza, después del martirio, acaba limpiamente, si tiene suerte, en un segundo con ella.

Torres, las llamadas más altas del mundo, derribadas como un castillo de naipes por la sinrazón y el odio a lo diferente.

Edificios dinamitados en instantes volando por los aires.

Bosques arrasados por ambición, inconsciencia o locura pirómana.

Amores eternos que agonizan en la bocanada de un desencuentro.

Libros quemados. Grandes bibliotecas calcinadas por la ignorancia y el ánimo de manipular al pueblo desconectándole del conocimiento.

¡Qué fácil es destruir!

De ahí, pienso, el embeleso, la fascinación que me lleva todos los días a contemplar, junto a espectadores anónimos, la conjunción del esfuerzo que nos hace avanzar contra viento y marea.

En todas las circunstancias padecidas por el hombre, por muy adversas que hayan sido, ha salido adelante. Su capacidad de adaptación, unida al espíritu indomable que le hace progresar sin doblegarse, le ha ayudado en la ingente tarea de construir un mundo mejor.

Sé que muchos no estarán de acuerdo conmigo cuando digo que el mundo que vivimos es mejor. Yo defiendo el avance de la Humanidad como gran colectivo. Sé, soy consciente de que en el camino se pierden individuos, grupos, generaciones. Épocas de sombras se alternan con épocas de luz en el sube y baja del carrusel de la Historia.

Si miramos a nuestro alrededor y echamos la vista atrás, al siglo que queramos, podemos constatar cómo ha evolucionado la medicina, las condiciones humanas, el respeto por la vida. Logros que alcanzan a todos en una u otra medida.

En un tiempo no muy lejano la existencia no tenía ningún valor, nadie peleaba por los Derechos Humanos, la infancia trabajaba en todo el planeta sin que nadie alzara una voz en su defensa, las plagas exterminaban ciudades enteras, no existía un Primer Mundo al que culpar o exigir cooperación, ni ayudas generosas para paliar los desastres.

Son muchas las manos necesarias para edificar, mucho el esfuerzo, mucha la voluntad, mucho el tiempo.

Mi visión diaria de la obra de en frente me afianza en la idea.

A pesar de lo fácil que se deshace lo formado, el resultado perdura.

No importa que algunos, los menos, aunque parezcan muchos (una mala acción resalta sobre millones de buenas conductas) pretendan acabar con los avances alcanzados.

A pesar de las hordas que a diario intentan arrasar el planeta, los logros conseguidos perduran, y si caen por avatares diversos, en su lugar, millones de voluntades persisten en la tarea y siguen construyendo para alcanzar un futuro mejor. El nuestro.


miércoles, 13 de abril de 2016

Barrido

A veces tener memoria, no es bueno. A veces perderse en el olvido de las fechas que acontecieron, aporta serenidad y distancia.

Dicen que es bueno recordar, que el cerebro se fortalece con las evocaciones. Yo recupero el derecho al olvido para los días que cercenaron la memoria, donde acontecimientos y vicisitudes pasaron su cuchilla cortando los hilos del tiempo feliz.

No es bueno recapitular cuando todos los hechos se agrupan sin distinción. Días de arcoíris y esencias, esperanzas y sueños, se mezclan con días amargos llenos de desconsuelo.

Todo sucede y se guarda en la memoria del disco duro que es nuestro cerebro. El recuerdo de los ausentes revive con el calendario.

Inevitable rememorar fechas de destrucción y olvido, de muerte y entierro, de enfermedad y tormento, de separaciones y duelos.

Es bueno recordar, dicen. Yo, en esta fecha, que martillea el almanaque en recuerdo de tu dolor. Reniego de ello.

                                                                             

sábado, 19 de marzo de 2016

Los niños diferentes



Hay veces que detrás del gesto amargo existen potentes razones que desconocemos.

Juzgamos alegremente lo que nos parece una mala actitud demandando una sonrisa pronta que responda a nuestro requerimiento.

Solicitamos en nuestra inconsciente insolencia que brote la bienvenida de sonrisa abierta y alma blanca.

Qué lejos estamos de conocer lo que esconde el gesto huraño que pide cuentas a la vida por el alto coste que paga cada día.

Desnudo el puerto donde anudar su alma deshilvanada en flecos de angustia.

Obstruida la vereda por la enfermedad que altera la infancia dormida en la mañana y vuelca espinas en la tierna adolescencia.

Padres todos, de esos hijos en la frontera que olvida y calla, que estalla y grita, que llora y clama por su lugar en el mundo.

Todos somos padres de los hijos huérfanos de mañana, que se escurre, fantasma insólito de los días y las noches, donde la luz clama por los niños diferentes del mundo, que acarician estrellas.



viernes, 19 de febrero de 2016

Desconocimiento



Cada vez entiendo menos lo que ocurre. No entiendo nada de nada. ¡Cuánta inconsciencia! Las energías fluctúan y se mueven libres, incontroladas, imanes potentes provocan acontecimientos en cadena que estallan como planetas extintos a mí alrededor.

El pensamiento profundo, lejos de mi alcance, transmite y altera la realidad. Algo muy ajeno lo mueve, sin conciencia ni sentimientos. Actúa siguiendo leyes físicas extrañas.

Todo es irreal, pasajero, confuso.

Lo único cierto es que soy puro desconocimiento.

Nada es verdadero, tan solo es una proyección en la pantalla multicolor de la existencia que envuelve nuestros sentidos.

Somos lo que no sabemos y cuanto más ahondo en lo insondable del pensamiento, más consciente soy de mi ignorancia.

La vida, la muerte, la existencia, la disgregación, el éter, la energía, la transformación, el universo, el planeta, conceptos que hemos acuñado en nombre de no sé qué sapiencia, Eruditos de todos los tiempos crean reglas, teoremas, filosofías, anatemas, religiones, certezas que basan en experiencias experimentadas en el estudio, la ciencia…

Más tarde las cambian a su conveniencia. “Ahora sí, ésta es la buena” -se dicen convencidos de convencer a cualquiera. Se felicitan, entregan premios, conceden grandes honores en todos los campos donde el hombre se adentra, permanente descubridor de novedosas buenas nuevas.

Espejismos. Nebulosas. Proyecciones: Cero.

En realidad, no saben nada. Ninguno sabemos nada más allá de la torpe labor de supervivencia que ejecutamos cada día envueltos en la ignorancia más absoluta.

Se derrumba a nuestro alrededor la vida, el efecto mariposa transmuta el mundo, o eso pensamos.

¿Es todo, la alucinación de un cerebro enfermo? ¿Formamos parte del capricho irracional de lo que denominamos naturaleza? Natural es morir, vivir, enfermar, ser y no ser, existir y desaparecer, las catástrofes cíclicas.

Las plagas, la aflicción y las hambrunas también forman parte de la naturaleza.

Cada vez entiendo menos esta torpe aventura que desarrolla el ser humano, más indefenso si cabe que el resto de los animales. Ellos no piensan.

Nosotros, para horror nuestro, somos conscientes de la finitud, del dolor, de la enfermedad, del hambre, de la tristeza que empaña el horizonte de las vidas, que a veces y a traición, son golpeadas con singular dureza.



viernes, 25 de diciembre de 2015

El vértigo de los años






Si proyectarse en la propia vida da vértigo al mirar en la distancia de los años los posibles aconteceres, cuánto más, si miramos en las vidas nacientes. Ramas del árbol. Gajos tempranos que apuntan hacia el horizonte estrenando soles y atardeceres. Lunas brillantes en plenitud. Nubes teñidas de rojo en lo postrero de la tarde. Alma y corazón abiertos en ojos de esperanza.

Vértigo no es la palabra. La palabra es… miedo. La palabra es… confianza. Cóctel de sentimientos que se amalgama en la mente, constructora de realidades y proyectos.

Es cierto. A veces me dan vértigo los años por vivir, siempre me han parecido demasiados. Una tremenda pereza me posee cuando miro hacia el futuro. En otras ocasiones despierta mi curiosidad. Qué será capaz de hacer el hombre en los años venideros.

A principios del siglo XX poseer una radio de galena era un milagro. El salto que se ha producido en cien años ha sido trepidante. La espiral de conocimientos y nuevas técnicas que se ensancha y abarca todos los campos de la ciencia, no cesa. Quizás es por lo único que me apetecería estar un ratito más transitando los caminos de la vida. Me gustaría conocer de primera mano un tele transportador, más de espacio que de tiempo. Viajar en el tiempo es atrayente, no cabe duda, viajar en el espacio es prácticamente imprescindible. Alguien tiene que inventar el aparato que nos permita acceder en breves instantes al lugar y con las personas que queremos estar.

¿Os imagináis? Tener la opción de entrar en una cabina semejante a la de un ascensor y pulsar destino. Ir a desayunar con un amigo a seis mil kilómetros y volver a comer a casa. Pasear las calles de Nueva York en la mañana, cuando la ciudad apenas despierta. Internarse en la selva durante un día de aguacero, los sentidos alertas, auscultando el latido de los seres que la habitan. Percibir el olor salitre del lodo y las hojas. Contemplar las cataratas Victoria. Adentrarse en el desierto. Acudir al cumpleaños de un ser querido. Quedar para tomar una copa en la otra punta del mundo o en un pueblito más o menos cercano, tan lejos en distancia de horas el primero como el segundo. Incluso desplazarse en la propia ciudad, de barrio a barrio en menos que canta un gallo.

Viajar sin necesidad de aviones, trenes, autobuses, metros, coches. Sin tiempos de espera ni equipaje. Presentarnos por sorpresa en la cena de un amigo, en la presentación de un libro. Acudir a una fiesta en cualquier ciudad distante de la nuestra. Auxiliar a quien lo necesita en los malos momentos y disfrutar de los buenos. Estrechar una mano, dar un abrazo, brindar, acunar, vibrar…

Podríamos hacer algo tan sencillo como, por ejemplo, después de cocinar un plato rico, bien hecho, compartirlo a través de un ¿electrodoméstico? más de nuestra casa. Podría parecerse a un microondas o a un montaplatos. Dar el código y mandarlo a cualquier destino.

Acompañar a un enfermo en sus tardes solitarias. Echarse una partida de mus con algún viejo colega. Participar en la brevedad del instante. Saborear la dulce compañía que alborota los pulsos trepidando en las venas.

¡Qué satisfacción! Mandar un libro, un ramo de flores, o la bufanda que se quedó olvidada en el sofá. Algo tan sencillo como estirar la mano y acceder a los seres queridos que nos den entrada en su casa, que se citen con nosotros, coleguitas en la aventura de vivir. Qué bueno sería…

Todo tiene su contra. Está el peligro de que lo utilicen “las fuerzas del mal” para sus negros fines. Los mayores avances se han hecho en tiempos de guerra, fría o caliente, para espiar, dominar, aplastar y derrotar al enemigo. ¿Tendría este invento un origen o uso funesto para la estabilidad del planeta? Es un riesgo que hay que asumir…

Compartir, una de las mejores cosas de la vida. Podemos tener lo más deseado a nuestro alcance. Si se tiene en soledad, pierde todo su valor. Compartir una buena peli, un sueño, un proyecto, una esperanza, la dura realidad, el día a día, la quietud, el silencio.

A veces me dan vértigo los años por vivir… En consecuencia, pienso en los que están en el comienzo. Para ellos imploro un tiempo sereno, ni mejor ni peor que el nuestro. Un tiempo donde puedan desarrollar iniciativas, talentos. Un tiempo donde puedan vivir lo bueno y lo malo, lo finito, la dulce cotidianidad, la exaltación del deseo satisfecho, la borrachera de los sentidos, la quietud, el éxtasis, el esfuerzo recompensado. Donde puedan disfrutar de cada etapa. De lo bueno, lo mediano, lo imperfecto. Que este irregular camino de la vida les lleve al buen puerto de escribir, o pensar, de aquí a unos años, lo que yo escribo en estos momentos.

Será señal de que el viento llevó su nave por buenos derroteros, que sobrevivieron a las tempestades y escaparon del naufragio capitanes de sus sueños.

Tiernas ramas que os mecéis en el árbol, descubrís estrellas, aventáis sonrisas y estrenáis luceros, que soñáis mañanas y rompéis silencios con voz de nácar. El futuro, es vuestro.



martes, 1 de diciembre de 2015

Elevación nº 11



Puedes ser lo que quieras ser. Tus alas pueden batir tan alto, como, y hacia donde tu impulso te lleve. Nada importa lo que otros digan ni lo que alimente tu febril delirio de muchacho inocente, débil, esclavo del tiempo y las circunstancias.

Excusas torpes para no alcanzar tu meta. Ejemplos a millares llenan las vidrieras de tus ojos. Míralos,  hacen lo que un día soñaron.

¿El camino? La voluntad, el trabajo, la entrega, el entusiasmo, la pasión. Son las herramientas, los aliados, los peldaños de la escalera que te conducen a ser tú mismo. Fiel a tu esencia. Sin menoscabo ni engaño. Sin subterfugios ni trampas que cercenen tu cabeza, las ganas de soñar y hacer realidad la certeza forjada en las entrañas como una explosión radiante de ondas superpuestas.  El poder lo detenta tu alma inquieta.

Conozco a tantos que lo lograron…y a otros tantos más, que esconden la testa enturbiados por la certeza de masacrar sueños. Indolentes. Perdidos en la pelea que disputaron contra sus propias ideas. Enemigos de ellos mismos. Deslizándose por la pendiente inconclusa. Labores deshechas en torpes designios de olvido. Látigos que fustigan con carencias por no haber sido capaces de desarrollar sus quimeras.

Quién o qué designio condena a trepar hasta la cúspide o desfallecer en la senda. Ni culpables ni rendidos. Cada cual haga lo que mejor entienda. Dueños de sus vidas y sus haciendas, desplegados en arboladura al impulso de sus velas.

Ni vencedores ni vencidos, solamente, supervivientes en la contienda.

 

 

sábado, 31 de octubre de 2015

Mundo desquiciado



Esta sociedad aberrante donde se mantiene a los viejos esclavizados a sillas de años sin vida, alimentados por embudos de desesperación, embutidos por miles de pastillas.

Fármacos que las empresas se encargan de promocionar para que sus mejores clientes sigan aportando ganancias multimillonarias.

Es un mundo alienado éste, donde los animales viven mejor que las personas y mueren mejor que las personas.

Mundo desquiciado y mezquino, insolidario y brutal, donde los políticos TODOS, engarzan utopías en palabras engañosas y brillantes, lejos de la realidad que machaca, divide y extermina, a diario, tantas vidas.

Mundo trastornado que olvida el hambre y se inventa batallas sin fronteras.





jueves, 24 de septiembre de 2015

Resonancia



Hay seres humanos que reconocemos entre la multitud como propios. Forman parte de nosotros. Sin apenas intercambiar palabra nos vemos reflejados en ellos. Empatía dicen que se llama. Resonancia dicen otros. Una ley física aplicable a cuerpos en sintonía.

Son estos encuentros los que me despiertan del letargo aturdido que me mueve entre la corriente que puebla el mundo.

Cualquiera podría ser uno de ellos, si forzamos una conversación, si la casualidad hace que nos encontremos en alguna situación peculiar que nos lleve a intercambiar tiempo y esfuerzo en un proyecto común. Puede suceder.

En la realidad no ocurre así; como seres sociales que somos, podemos interactuar prácticamente con todos los humanos del planeta. Si desarrollamos las dotes diplomáticas que poseemos, si forzamos la voluntad y esbozamos una sonrisa, si escuchamos atentos, todos y cada uno de los seres que habitan este mundo tienen mucho que aportar. Algo que enseñar y algo que aprender.

Esto dista mucho del sentimiento que nace sincrónico entre dos seres, que al margen de los años, la edad, el sexo, el estatus social o las circunstancias, reflejan nuestros ojos en su espejo, conecta la piel, y el cerebro abraza la esencia.

Es un canto a la vida lo que surge de la comunión de las almas. Sincronizadas en el mismo ritmo lenguaje y percepción, brindan en la copa del tiempo la dicha de encontrarse.

Atraídos sin saber por qué, nos identificamos, seres del mismo universo, estrellas procedentes de la misma galaxia, inteligencias al desnudo que inundan la corteza neuronal del otro haciéndose cómplices en lo eterno.

 

 

lunes, 31 de agosto de 2015

Bar de carretera



Heroínas de la vida, deshacen con su esfuerzo, pagado por horas, los posibles entuertos que sucederían en su entorno de no existir su entrega asalariada.

Cuanta aberración solapada se esconde entre las sábanas turbias. Cuántas soledades espantan en las barras del club entre copa y copa de agua camuflada de ron.

Liberan lascivos deseos en ondas marinas de esperma. Estrellas fugaces de una noche. Sórdidas protagonistas que arrancan de la piel de la tierra miserias y soledades.

Entono un canto de alabanza a las prostitutas de alma blanca que venden su cuerpo cumpliendo el extraño ritual que ayuda a la buena sociedad a mantener sus privilegios, a dormir tranquilos.

Defiendo su decisión cuando es libre, su osadía para enfrentarse al oficio que dicen es el más antiguo del mundo, y que permite que las mujeres “decentes” puedan santificar los días de fiesta con la cruz en el pecho.

Exhorto a que se legalice su profesión para que tengan derechos y obligaciones, para que las mafias no destrocen vidas y se enriquezcan a costa del sufrimiento ajeno.

Legalizar es la manera, como en tantos otros temas, de cortar las garras a la fiera que dormita en su cueva dorada cubierta de riquezas. Sacar del oscurantismo vidas y haciendas y permitir que cada uno en libertad desenrolle el hilo de su existencia.

Damas del día o de la noche, protegen, con su despreciado trabajo, el sueño de los inocentes.

 

miércoles, 8 de julio de 2015

Mi Habana



                                                                   

La Habana desdibuja su trazo en el lienzo del tiempo, caracolean espirales de luz derramadas sobre poniente abrazando la tarde. Las escasas luces alumbran tibias aceras de raíz y escombro. En los solares el murmullo de voces arracimadas comentan el juego de pelota, el serial de la tarde, la escasez de la bodega, el cambio del peso.

Los niños sueñan paraísos que no existen y al volver de la escuela remedan jugadas con pelotas pinchadas, bates de palo y guantes demasiado grandes para sus manos pequeñas.

Las fichas de dominó estallan sobre las mesas. -¡Cooñó! ¡Me la gané! - Trago largo de ron. Las hembras escancian olores cimbreando las caderas.  -¡Ay papi deja eso! vámonos pa guaracharrr! -Ronroneos desgranados en la oreja.

Y así da comienzo el baile. El ritmo de los tambores imanta a cuantos llegan, las vecinitas más bellas, uñas de esmaltes dorados, chancletean con cadencia, piernas y brazos al aire brillantes por el sudor. Las sonrisas de los machos, ajustando movimientos, acuden a la contienda.

La noche, hecha son, rumbea danzas caribeñas, los ojos se buscan, las intenciones se encuentran y enlazados, en pareja, se arrastran a la pasión que los ritmos aceleran.

Amanecer de sol blanco escurriendo en los tejados, sabor a melaza y ron. Los flamboyanes, brochazos anaranjados, pintan el azul del cielo. El aroma del café que burbujea en la lumbre invade los sentidos. 

Desparramada en latidos la ciudad emerge tras la noche negra. Las olas baten el malecón. Un par de amantes se alejan con desgana. A lo lejos una voz  Maní… maní recién tostao… Llévese un cucurucho de maní...- Pasa la vieja de brazos secos arrastrando una cesta, cuando llega al lugar de costumbre se sienta y vocea su mercancía. –Maní….maní recién tostao...

Frente al agro, en un tenderete improvisado, una muchacha ofrece bocadillos de puerco recién asado, más allá venden jugo de naranja, un peso el vaso, reza el cartel. En los puestos multicolores, ají, fruta bomba, boniato, yuca, quimbobó…   ¡Jabitas! ¿Quién quiere una jabita? 

Bulle la vida despertando a la mañana y un nuevo día comienza su andadura en mi Ciudad de La Habana.

 

martes, 16 de junio de 2015

Carta a una desconocida



Te lo habría dicho de haber tenido la oportunidad. Tú no me habrías creído en tu estado perfecto de mujer enamorada. Si hubiera existido la posibilidad habría hablado contigo para advertirte del futuro que te esperaba. Tan cierto como el sol que sale cada día. Te habría dicho, él te va a abandonar. Partirá sin girar la cabeza cuando la llamada de la sangre entone su canción. Vuestro futuro está sentenciado. Tiene fecha de cierre.

Me habrías mirado con gesto displicente desde tus veinte años menos. Segura desde tu atalaya de hembra vistosa.

- ¿Qué sabrás tú? Él me ama. -Y te habrías alejado taconeando tu desprecio a la torpe mujer que no supo retenerle.

Habría tratado de contarte, por solidaridad, que la historia se repite. Ponerte en antecedentes. Decirte que sólo eras el medio para conseguir un fin concreto y elaborado. Tatuado en el mapa de su piel.

Él nunca ha perdido de vista la meta. Obcecado y constante ha escarbado el túnel que le lleva al otro lado. En su camino ha utilizado todas las armas. Permitidas o no. Con engaños y subterfugios más o menos brillantes. Efectivo y letal. Comediante embaucador. Terco. Tenaz. Que tú eres otro escalón, una playa más donde fondear su barco a refugio de tormentas. Una escala para coger fuerzas, avituallamiento y solaz en espera de la tierra prometida. Aquella en la que le aguardan los que él realmente quiere. Tú no eres nadie.

No habrías sabido entender el mensaje. La complicidad entre iguales. El intento de alertarte, para que jugaras el juego conociendo las reglas. Sin implicar emociones. Que estuvieras preparada para el punto final escrito en el horizonte.

Lo habría hecho de corazón, como una hermana que avisa a su hermana. Para ahorrarte sufrimiento.

No pudo ser. La vida cerró el círculo del engaño. Enredada en su cuello le viste partir. Fiel a sí mismo. Sin contar los desvelos que deja a sus espaldas, ni los sueños rotos, ni el desconsuelo que abre sus compuertas de llanto y soledad.

Todo ha sucedido como el oráculo predijo, certero, concluyente. No te lo pude decir. No te conocía. Quizás alguien me dijo tu nombre, tu edad, algún rasgo de tu cuerpo, de tu pelo... Tampoco me habrías creído.

Ya no importa, formamos parte del mismo cortejo y pienso en ti, en esta noche sin sueño, en la que tu rabia se une al dolor de no tenerlo.

Descansa, el dolor y la rabia pasan, la vida prosigue inmutable su camino, huyen las sombras, y mañana, de nuevo, el sol, en parábola de luz, andará por el cielo.



 

martes, 26 de mayo de 2015

Incomunicación






Monólogos aislados. Oídos presos del propio yo que extraña el lenguaje ajeno. Cada cual, a su rollo, en su centrífuga de vida y muerte, de sopor y desvelo.

Hablamos, en realidad, con nosotros mismos. Esperamos una respuesta, un eco, que, repitiendo las palabras multiplicadas en el vacío, nos transmita la aquiescencia del otro. Vértice sonoro abierto a nuestro mensaje.

Cada uno en su planeta. La sorpresa se manifiesta cuando escuchamos un alma común que oye y entiende, que aporta y siembra,

Todo lo demás son apoyos suaves que acogen nuestra cabeza, en espera, del terremoto lumínico que borre nuestras ausencias.


 

domingo, 18 de enero de 2015

Compromiso personal - Una decisión acertada


Surgió de la nada el compromiso con nadie. Fue una decisión inaplazable.

Tomó con determinación la cajetilla, rubio americano, y trenzó un lazo con las dos gomas verdes envolviendo en su abrazo pétreo la tentación. Qué le movía a hacer aquello, reflexionó por unos instantes. Indiscutible, el ansia de libertad. Rebelde por naturaleza. Indisciplinado. Voraz.

Mandatario de sus designios urdió la trama. Nadie iba a coartar su libre albedrío conquistado a pulso, a golpes de coraje. No estaba dispuesto a delegar en manos extrañas su independencia -Ya no más- manifestó al extraño envoltorio. -Quedas confinado in eternum ¡Basta!

Dictador en horas nocturnas de sus acciones cuando necesariamente tenía que saltar de la cama, echarse la gabardina sobre los hombros y buscar por las calles, en la madrugada, el establecimiento abierto a pesar de lo intempestivo de la hora que le proporcionara la sustancia que calmaba  sus ansias, para una vez encontrado, desvirgar con manos temblorosas la envoltura transparente, extraer y consumir el nuevo pitillo expulsando con placer el humo,  en el cual disolvía zambullido en sus pensamientos, la crispación emergente.

Conocía bien las servidumbres, el intenso desconsuelo, las tretas argumentadas con malicia, la manipulación, el engaño. Nada podría a partir de su despertar hacerle coger el camino equivocado, el errático, el inducido por campañas estentóreas de publicidad encubierta, subliminal, descarada. Imágenes alternas en sincronía con la bon vivant, el estatus social, la modernidad, lo subterráneo, la hombría, el sexo.

Nadie iba a manipular sus impulsos. Tampoco iba a permitir órdenes ajenas a sus deseos. No iba a consentir nunca más la esclavitud a la cual le arrastraba el torbellino azulado que exhalaba su boca, la sensación de poder entrelazada entre sus dedos, el gusto por puro placer reteniendo el humo en sus pulmones y la exhalación posterior, enredados los ojos en las volutas grises. ¡No! Estaba decidido. Devolvería el genio a la lámpara.

Lo haría con alguna triquiñuela veraz, con algún truco displicente semejante a los que utilizaban "ellos": Intercalar sustancias adictivas a la picadura de la hoja. Para todos los gustos y todas las edades, unido al alquitrán que destila negrura. Impregnando bronquios, garganta, boca, pulmones. Con la misma fuerza con que la pez se fusiona a la madera, indestructible durante años. Parásito letal instalado en el cuerpo y el cerebro.

La imagen de la grapadora de acero que servía de apoyo al pitillo, cenicero provisional en su mesa de trabajo, con la indestructible mancha marrón que alteraba su esencia marcando el lugar de apoyo, se unía en su memoria a la que quedó imborrable tras años de lluvias sol y viento en el ladrillo del rincón desde dónde vigilaba la marcha de las obras. Muchas veces al día aplastaba la colilla restregándola hasta asegurarse de que estaba definitivamente apagada.

La conclusión era clara, si se agarraba de tal manera al metal y aguantaba meses a la intemperie, qué no haría con su organismo…

Nunca fue profeta de nada ni nadie. Pasaba de dar lecciones o sembrar ejemplo. Cada cual determina cuándo, cómo y de qué manera administrar su vida. Él decidió un venturoso día de Marzo recluir aquel maldito paquete de tabaco.

-Has tiranizado mis noches y mis días demasiado tiempo -dijo mirando directamente sus ojos de bruma y silencio. -Ahora soy yo el que te somete.

-Te condeno el destierro. Te destierro del salón de mi casa, de todas y cada una de las estancias, de los caminos de mi cuerpo, de mis venas, de mi piel, de mi saliva, de mi olfato. Decido recuperar el gusto de los alimentos, recuperar el sabor de los besos, el olor a canela de su vientre, la suave fragancia de su pelo, la salinidad turbia del sudor en la contienda. Escojo, en plenitud de mis facultades, reducirte al presidio.

Puso otras dos gruesas gomas en sentido transversal, lanzó la cajetilla al aire reteniéndola en su caída, abrió el cajón de su escritorio y la dejó suavemente.

-Escojo ser libre.

Han pasado muchos años. Alguna que otra vez al abrir el cajón descubre el envoltorio que depositó en un arrebato de rebeldía. Allí está. Intacto. Permanece tal y como lo dejó. Sepulcro de los cigarrillos encerrados en su interior.

Cada vez que lo mira, no puede evitar sonreír con aire retador y murmurar con voz triunfante.

 –¿Quién es ahora el esclavo?